Yo también quiero TRANSformar Madrid

Corazón azul

Corazón azul
Contra la trata de mujeres

A 100

martes, 29 de julio de 2008
Cien días es el margen que la costumbre establece para la primera evaluación de cada nuevo Gobierno. Es verdad que la derecha no ha respetado este principio; no es sorprendente, tampoco en esto han cambiado, siguen con problemas para interiorizar la importancia de las formas en democracia. En todo caso, este tiempo sirve tanto para estudiar detenidamente todas las medidas e iniciativas impulsadas, como para poder reconocer los principales rasgos de la personalidad del nuevo Gobierno, su carácter.

Podemos afirmar que España cuenta con un Gobierno valiente, responsable y sensible. Así lo está demostrando el modo en que el Ejecutivo está afrontando la situación económica actual: con coherencia. Si mérito tuvo ampliar el bienestar y los derechos de la ciudadanía cuando la economía crecía a buen ritmo, más mérito tiene garantizar que no habrá ni un solo recorte de prestaciones sociales, ni de derechos laborales, ahora que crecemos con menor intensidad. La adversidad es una buena prueba para reflejar la fortaleza de espíritu, y la confianza que se tiene en uno mismo, y en España.Pero también el triunfo es un indicador infalible, también los laureles sirven para calibrar la integridad de quien merecidamente los recibe. El Partido Socialista logró en las urnas un respaldo ciudadano todavía mayor que el de hace cuatro años. Habrá quien piense que no todos han sido aciertos en los primeros cien días de esta etapa, la crítica es un derecho, pero también es un derecho la verdad. Y el hecho cierto es que ningún inicio de legislatura, en toda la historia de nuestra democracia, ha sido tan fructífero como el actual: 100 días de valentía en el campo de los derechos y libertades, 100 días de responsabilidad en todo lo referente a igualdad y, por supuesto, 100 días de sensibilidad en las políticas sociales y la mejora de la convivencia. Son los primeros, lo mejor está por llegar.

Turbulencias

viernes, 18 de julio de 2008

Cuando vemos a los analistas hablando sobre la situación económica en la televisión, podemos tener la sensación de que nos encontramos ante una especie de hombre del tiempo que señala las turbulencias surgidas en Estados Unidos, Asia y Oriente medio, tratando además de predecir la magnitud y la duración que tendrá el impacto de esas turbulencias en nuestro país. Es una intuición que puede sernos útil para avanzar en la comprensión del mundo en que vivimos. De hecho, Alan Greenspan señala, en La edad de las turbulencias, que la turbulencia es en sí misma la esencia del nuevo sistema financiero internacional y, por extensión, de nuestra economía mundializada.

Esto nos sitúa ante el reto global de impulsar iniciativas que contribuyan a la estabilidad de los mercados, mediante la aplicación de tres principios que en democracia son básicos: la transparencia, el acuerdo y la cooperación. Más transparencia ante la complejidad y opacidad de algunos productos financieros que impide la correcta valoración de riesgos. Más acuerdos, para consolidar una mejor regulación, para disponer de un marco mínimo común de reglas. Y más cooperación entre los supervisores y actores internacionales. La aplicación de estos tres principios parece sensata, tanto como lo es la lucha contra la pobreza o la lucha contra el cambio climático.

Pero mientras avanzamos globalmente, debemos también proteger a nuestro país. Y la mejor manera de afrontar cualquier turbulencia o crisis consiste en combinar fortaleza y flexibilidad. Fortaleza para defender a quienes siempre están más expuestos a la adversidad, esto es, fuertes para defender a los más débiles, para garantizar las prestaciones, las políticas públicas y la inversión social que la derecha quiere recortar. Flexibilidad para adaptarnos al cambio, para elevar pactos de Estado frente a la incertidumbre, para reorientar nuestro modelo de crecimiento sostenible hacia el talento y la innovación. Fortaleza para derrotar al derrotismo.

Sumamos

jueves, 17 de julio de 2008
Las mujeres y hombres socialistas nos hemos acostumbrado a celebrar Congresos que no decepcionan a la ciudadanía. Si algo puede decirse de los últimos, es que en todos ellos sobresale la valentía; un valor que siempre ha sido marca de la casa. En política, como en la vida misma, existe una gran diferencia entre la temeridad y la valentía. En democracia se es temerario cuando se impone, y se es valiente cuando se canaliza lo que propone la mayoría. Ésa es una diferencia que, en mi opinión, va a marcar el devenir de la derecha y la izquierda durante toda esta legislatura. De hecho ya se está visualizando claramente.

Poco después de que celebrasen sus Congresos, los mares de fondo del Partido Popular y del Partido Socialista no pueden ser más distintos. Los abucheos que recibió Ana Mato como representante de la dirección, las guerrillas regionales y las interesadas declaraciones de Aznar -“integrar es añadir, no suprimir”-, contrastan con la alegría y con la ilusión que brota de toda la militancia socialista. Es evidente, ellos restan… nosotros y nosotras sumamos. Sumamos ideas, propuestas, como la ampliación del voto a los inmigrantes, el impulso a la laicidad que consagra nuestra Constitución o la muy necesaria reforma de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo. Sumamos esfuerzos, esfuerzos para defender y proteger a quienes más amparo necesitan frente a la adversidad, y frente a quienes quieren restar en políticas sociales. Y el mejor reflejo de esa suma, de nuestra capacidad de sumar, es la nueva Ejecutiva. No es fácil encontrar, no ya en los 130 años de historia del PSOE, no ya en España, sino incluso en los países de nuestro entorno, una dirección política que al cien por cien de su paridad, añada tanta pluralidad intergeneracional y acumule tanta diversidad de origen y condición personal o social. Con todo, hay más; y es que la primera generación de españolas y españoles que siempre ha vivido en democracia ha asumido su merecido protagonismo. Y esa es, también, una excelente noticia.

La fuerza de la ciudadanía

martes, 1 de julio de 2008
En las pequeñas cosas, en los gestos, se revela la esencia de las personas. En las organizaciones políticas sucede lo mismo. Hace unos días vimos, en el Congreso del Partido Popular, como quien fue señalado por un dedo utilizó su propio dedo para señalarse a sí mismo. La crudeza de ese gesto, su tosquedad, refleja la pobre idea que aún tiene la derecha de la democracia. Ahora que celebramos el Congreso del Partido Socialista Obrero Español puede verse que también nuestro gesto es diferente, que es una suma de gestos, la suma de tantas mujeres y hombres libres que votan con libertad, conciencia y alegría. Así es como se revela la fuerza del cambio.

La fuerza no es una energía estática, sino una cuestión de carácter, de actitud, que hunde sus raíces en el compromiso con el destino de los más débiles y que se eleva con la autoexigencia, la responsabilidad y la valentía. Por eso la auténtica fortaleza entraña, en sí misma, tanta renuncia a la agresividad, al enfrentamiento y a la mentira, como férrea confianza en la palabra, en el diálogo y en el entendimiento. Por eso es fuerte el proyecto socialista que lidera José Luís Rodríguez Zapatero, tan fuerte como lo es nuestra democracia. Una fuerza tranquila que al emanar de las urnas derrotó sin ira al pesimismo y al cinismo, expresando con serenidad un deseo compartido por la mayoría: el cambio debe continuar.

El cambio no es una fotografía, es una secuencia. Cambiar es reformar, lograr nuevas formas de hacer política que proyecten nuestros principios y valores comunes, es ampliar la esencia, es actualizar significados... Y ningún significado es más esencial en democracia que el de ciudadanía. Las mujeres y hombres socialistas creemos que la mejor manera de modernizar un país, de hacerlo más justo y decente, es impulsar los derechos y libertades de sus ciudadanas y ciudadanos, esto es, reconocer la dignidad de cada cual.

Creemos que respetar es convivir, que tenemos derecho a vivir iguales en la diferencia. Y creemos que no hay libertad sin protección; protección frente a las inclemencias de la vida, frente a las turbulencias de la economía, frente a los abusos de poder... Ese es nuestro latido, el latido del socialismo de los ciudadanos. Por eso extender la participación está en el corazón de nuestra tarea. Por eso el Congreso del Partido Socialista es valioso y es decisivo. Porque sólo donde decidimos todas y todos, anida la fuerza del cambio.