
Aisha Ibrahim fue enterrada hasta el cuello y apedreada hasta su muerte. La ejecución fue llevada a cabo por más de cien hombres, y más de mil personas observaron esta manifestación de inhumanidad. Según testigos presenciales, la agonía de Aisha fue larga y el apedreamiento tan lento que se interrumpió tres veces para comprobar si había muerto. Aisha era una mujer somalí, tenía 23 años y la condenaron a muerte por adulterio. Terrible pero cierto.
Todavía recordábamos bien a la nigeriana Amina Lawal. Su caso movilizó muchas conciencias cuando fue condenada por un tribunal islámico al haberse quedado embarazada fuera del matrimonio. Amina tuvo suerte, debía haber sido lapidada, pero gracias al apoyo de organizaciones como Amnistía Internacional (www.es.amnesty.org) consiguió salvar su vida.
En memoria de Aisha y de tantas mujeres y hombres que han sido condenados a morir, no sólo debemos implicarnos aún más en la lucha contra la pena de muerte, sino en la denuncia del integrismo religioso. Porque Aisha ha sido condenada y ejecutada por el integrismo islámico que, como todos los integrismos, no es más que la manipulación interesada y perversa de un discurso religioso para beneficiar al poder de unos pocos.
Demasiado han matado ya las inquisiciones de muchas de las confesiones religiosas. En Europa sufrimos hasta hace poco la Inquisición del integrismo católico, igual que sufren los países árabes el integrismo islámico. Integrismos todos ellos que obedecen a jerarquías que, cuando quieren, manipulan las palabras de sus profetas para inocular el miedo, imponer el terror y establecer un orden moral excluyente que condena y mata, entre otros, a muchas mujeres, homosexuales, transexuales… sólo por ejercer la libertad. Integrismos que tratan siempre de valerse del Estado para convertir sus distintas sharias o mandamientos en ley civil. El integrismo religioso es una expresión de intolerancia y de machismo, homofobia, racismo, xenofobia… y, por tanto, un auténtico peligro para la convivencia porque violenta los derechos fundamentales de las personas.
No podemos quedarnos impasibles ante atrocidades como la muerte de Aisha y tantas otras. Que la muerte de esta joven no caiga en el olvido y nos ayude a seguir combatiendo a quienes sólo se nutren del odio a la diferencia y practican la barbarie contra quienes quieren vivir en igualdad y en el ejercicio pleno de la libertad de conciencia, de la libertad religiosa y de la libertad sexual.
PD: Me pregunto ¿que habrá pasado con el hombre con el que se supone que Aisha cometió adulterio?